ESTRÉS Y SISTEMA INMUNE EN SERES HUMANOS
El estrés es un problema cotidiano en los
seres humanos; a cada momento el hombre se enfrenta a estimulación adversa en
el hogar, trabajo y ciudad y, ocasionalmente, los individuos están sujetos a
condiciones graves que ponen en peligro su vida como asaltos, secuestros o
guerras. En todas esas circunstancias, la respuesta fisiológica al estrés le
permite al ser humano adaptarse a las condiciones cambiantes del ambiente y
emitir la respuesta conductual apropiada, quedarse y hacer frente a la situación
de estrés o bien escapar.
En los seres humanos, al igual que en otros
mamíferos, la exposición prolongada al estrés y el mantenimiento de niveles
circulantes elevados de glucocorticoides y catecolaminas conllevan supresión
del funcionamiento del sistema inmune, con el consecuente aumento en la
susceptibilidad para contraer infecciones y de prolongar la duración de las
enfermedades infecciosas y el tiempo de cicatrización de heridas.
Las catecolaminas adrenalina y noradrenalina
modulan el funcionamiento del sistema inmune a través de sus receptores
localizados en todos los órganos inmunes y en los linfocitos T y B, las células
asesinas naturales (NK, por sus siglas en inglés), los monocitos y macrófagos. La
inervación simpática de los órganos del sistema inmune promueve la maduración y
movilización de los linfocitos, linfocitos T, células asesinas naturales y
granulocitos en condiciones normales y durante infección del organismo;
mientras que la denervación, por el uso de antagonistas noradrenérgicos o por
simpatectomía, produce supresión de la respuesta inmune ante la inoculación con
agentes extraños al organismo y, por ende, aumenta la magnitud de los síntomas
de enfermedad.
La influencia del estrés y sus hormonas sobre
el funcionamiento del sistema inmunológico es un aspecto fundamental a tomar
en cuenta en el tratamiento de las enfermedades infecciosas, autoinmunes y en
la cicatrización de heridas; ya que el estrés, al disminuir el funcionamiento
normal del sistema inmune, puede prolongar el tiempo de tratamiento, lo cual
aumenta el número de recaídas y empeora las condiciones de salud del paciente,
aumentando los costos sociales y económicos del tratamiento.
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